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viernes, 27 de mayo de 2022

Historia de un legado



 Mis abuelos paternos, Fernando y Paz, fueron ejemplares en todos los aspectos. Profundamente católicos, tenían una inteligencia poco común. Mi abuelo fue número uno de su promoción de ingenieros militares. Tuvieron 8 hijos, 5 mujeres y 3 varones. La prematura muerte de mi abuelo, hizo que la educación de los hijos cayera sobre mi abuela Paz.

El pequeño de la famila, José Ignacio, era muy inteligente, y como era costumbre en aquella época, estudió la carrera de ingeniero de Caminos. Más tarde, por su cuenta, hizo Económicas y estudios de Teología. Conoció a mi tía Ana Maria, se casaron. Yo aunque yo era muy pequeño recuerdo la boda porque fue la única vez que vi a mi padre con el uniforme de gala del ejercito del Aire.

A mis tíos Dios no les dio hijos, y por eso, se volcaron en sus sobrinos. Yo he sido querido y cuidado por ellos. Los primeros libros de Teología que he tenido, cuando comenzaba la carrera de Matemáticas en la universidad Complutense, fueron un regalo de mi tío José. Tenía muchas inquietudes religiosas, y cuando se jubiló, se apuntó a unos cursos de Teología en la universidad de Comillas. Mi tía era Cooperadora del Opus Dei, y durante muchos años su confesor fue un sacerdote de la Obra.

Primero se fue al Cielo mi tío José, y después mi tía Ana. Al pasar cierto tiempo nos enteramos que había dejado un legado para sus sobrinos Uriol, y otro para sus ahijados. Yo, desde luego, no lo esperaba. Era una consecuencia del amor que había tenido a su marido, que se prolongaba en sus sobrinos y ahijados. Tuve la suerte de celebrarles una misa de acción de gracias en las bodas de oro de su matrimonio.

Más importante que el legado, nos ha dejado un ejemplo de vida íntegra, y a mí en concreto, la gracia de mi vocación al Opus Dei y al sacerdocio. Desde el Cielo me seguirá ayudando

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